La noche en que el mundo conoció a Onel López Vasco
Extrañamente esa noche no llovió en Manizales. La luna salió de fiesta y algunas estrellas salieron a verla. El poeta no había querido salir a leer esa noche. Se negaba a exponerse públicamente como una estatua. Supongo que no quería que lo igualaran con los grandes poetas que ha leído o que lo identificaran con un poeta oficial de esos que salen en las fotografías de los diarios tomando champagne con el obispo o con el alcalde. Yo lo animé junto con el resto del grupúsculo de poetas nóveles que estábamos ansiosos por leer lo que traíamos en el bolsillo. Había traído algo de alcohol para perder un poco el raciocinio y oímos atentos a los que pasaban a desenvainar los versos que habían fulgido con tanto esfuerzo. Yo también creía que Onel debía subir al escenario, enfrentar a su público, al lector al que imagina cuando escribe y expandir el rayo de su voz para hacer temblar la tierra y las consciencias. Pero aún estaba muy temeroso, vaciló bastante para decidirse p...