Enamorado


  El amor existe. Claro que sí. Es un problema tanto íntimo como de interés público. El amor ha llevado a que se desaten guerras, provocado miles de asesinatos y suicidios. En los registros de la literatura, la música y la pintura, el amor aparece siempre como un sentimiento bello y sublime, que conlleva a la tragedia y a la muerte en muchos casos.  Si algún poeta quiere lectores, escriba sobre el amor, el más universal, y moverá más masas que cualquier religión o partido político. Todo el mundo quiere amor, hasta el más misántropo ama su misantropía o otro misántropo como él. No se puede evitar, a menos que se extirpen las glándulas que produzcan las hormonas que generan el amor. Un hombre frío sin la dopamina debe sentirse miserable y hasta debe estar triste de no sentir el amor y la falta de amor también lo mataría, en todo caso el amor lleva al desastre. Pero no hablemos de sus incontables amarguras, ya lo sabemos, ya las hemos llorado, sino el por qué lloramos al amor, el por qué nos causa tanta tristeza, melancolía, ira y nostalgia, todas estas son expresiones no del amor en sí, sino indirectas, el amor como dice Gonzalo Arango, el Profeta, consta de dos partes correlativas, ausencia y posesión, de un equilibrio siempre trágico... El amor es aquella felicidad que bulle en el estomago como lo que llamamos comúnmente mariposas, lo que es en sí una intoxicación, el hombre está intoxicado cuando se enamora. Es algo similar a cuando bebemos, sentimos la euforia, el júbilo, la belleza del amor, queremos estar vivos, sentimos la vitalidad, el corazón latir, el pensamiento hace cortocircuito, el amor es bello porque nos hace olvidarnos de nosotros mismos, es un alienante, es un fármaco poderoso. Tememos tanto a la soledad porque nos duele estar en sí mismos y siempre tenemos que huir de nosotros, de la voz interior, de la sombra y creamos la fantasía, que sale de nosotros pero que es una ficción de nosotros, ajena. La economía, la religión, la política, la cultura, las artes todo es un intento infructuoso de huir de nosotros mismos, intentos infructuosos que no superan en lo mínimo el poder del amor, que hace tambalear cualquier imperio, el amor, ese Eros barbárico que llega con sus huestes a caballo a decapitar estatuas, a quemar viviendas, a violar a las vírgenes. Nadie lo puede parar, es una cuestión de la naturaleza, como una erupción volcánica o un arrasador tsunami; la razón es un castillo de arena ante los vientos del amor, aunque se intente, no se puede evitar sentirlo, es una enfermedad, es una sensación y las sensaciones no se pueden negar. El amor se siembra en las venas y comienza a echar raíces en el pensamiento, lo domina, lo instiga a sugestionarse, por culpa también del miedo a la soledad y del sentimiento de ego que busca trascender al Yo. Se cuela y arma todo un armatoste de fantasías,ficciones, elaborando el pedestal para encaramarse y dominar desde allí al cuerpo y al alma.
La sensación bella del amor hace que a la vez sea la sensación de tristeza y dolor que causa su ausencia o su imposibilidad. Es un arma de doble filo, es una astucia de Afrodita que pone el dulce y esconde el veneno en el interior. Cómo ya lo he dicho, el amor es una droga, la droga que domina todo el cuerpo, tanto el falo como el espíritu que queda en el falo. Lo envicia con su placer, el placer más exagerado que se pueda sentir, mil inyecciones de H no lo pueden igualar, tal vez la muerte en su último instante de agonía se parezca al amor, pero no lo sé... Sólo se que es más poderoso que Dios mismo. Dios es Amor. Dios es un buen polvo. Yo he sentido a Dios saliendo de mi uretra, expulsado como lava hirviendo.

Pero una de las expresiones del amor que más me sorprenden son aquellas en que se ama tanto a otra persona que es preferible no estar con la persona amada para que ésta sea feliz, es un amor que rompe los límites del amor, es un amor tan grande que se resigna a acabarse, o tal vez a sufrir por el resto de la vida. Eso si es cosa de santos, uno debe terminar como un asceta, en la soledad, con una sonrisa y una lágrima en la mejilla. Amar entonces de verdad, trasciende el hecho del acto sexual de unión, el amor trasciende el ego y el mismo miedo a la soledad, el amor conoce que es la felicidad y no la quiere para él, quiere ver esa felicidad en el otro, quiere generar esa felicidad, quiere parir sonrisas. El verdadero amor, o al menos este tipo de amor, creo, el más sublime, es capaz de soltar la mano de la amada para que viva feliz, ya sea con otro o en la soledad necesaria. El amor si es muy extraño. Yo no lo entiendo y no quiero entenderlo. Me voy a emborrachar de él cuantas veces quiera, pero también me guardaré las dosis. Todo lo que queremos es un beso, un buen beso, un beso en donde se dejen las esperanzas. 

El amor nos abruma como la majestuosidad de un ocaso, nos echa para atrás y nos hace sentir lo que somos,diminutos e ínfimos pero lo suficientemente afortunados de sentirlo.

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